Cantar
de Mío Cid
Autor Anónimo
Género Cantar de gesta
Idioma Castellano
País España
Fecha de publicación c. 1200
Formato Manuscrito
El Cantar de Mío Cid es
un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en
los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz el Campeador.
Se trata de la primera obra narrativa extensa de la literatura española en una
lengua romance, y destaca por el alto valor literario de su estilo. Está compuesto
alrededor del año 1200.
El Cantar de Mío Cid es
el único cantar épico de la literatura española conservado casi completo. Se
han perdido la primera hoja del original y otras dos en el interior del códice,
aunque el contenido de las lagunas existentes puede ser deducido de las
prosificaciones cronísticas, en especial de la Crónica de veinte reyes. Además
del Cantar de Mío Cid, los cuatro textos de su género que han perdurado son:
las Mocedades de Rodrigo —circa 1360—, con 1700 versos; el Cantar de
Roncesvalles —ca. 1270—, un fragmento de unos 100 versos; y una corta
inscripción de un templo románico, conocida como Epitafio épico del Cid — ¿ca.
1400?—.
El poema consta de 3735
versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque dominan versos de 14 a 16
sílabas métricas. Los versos del Cantar de Mío Cid están divididos en dos
hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es de 4 a 13
sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar. No hay
división en estrofas, y los versos se agrupan en tiradas, es decir, series de
versos con una misma rima asonante.
Se desconoce el título
original, aunque probablemente se llamaría «gesta» o «cantar», términos con los
que el autor describe su obra en los versos 1085 y 2276, respectivamente.
Estructura
interna
El Cantar de Mío Cid
trata el tema del complejo proceso de recuperación de la honra perdida por el
héroe, cuya restauración supondrá una honra mayor a la de la situación de
partida.
El poema se inicia con el
destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido acusado de robo.
Este deshonor supone también el ser desposeído de sus heredades o posesiones en
Vivar y privado de la patria potestad de su familia.
Tras la conquista de
Valencia, gracias al solo valor de su brazo, su astucia y prudencia, consigue
el perdón real y con ello una nueva heredad, el señorío sobre Valencia, que se
une a su antiguo solar ya restituido. Para ratificar su nuevo estatus de señor
de vasallos, se conciertan bodas con linajes del mayor prestigio cuales son los
infantes de Carrión.
Pero paradójicamente, con
ello se produce la nueva caída de la honra del Cid, debido al ultraje de los
infantes a las hijas del Cid, que son vejadas, fustigadas, malheridas y
abandonadas en el robledal de Corpes.
Este hecho supone según
el derecho medieval el repudio de facto de estas por parte de los de Carrión.
Por ello el Cid decide alegar la nulidad de estos matrimonios en un juicio
presidido por el rey, donde además los infantes de Carrión queden infamados
públicamente y apartados de los privilegios que antes ostentaban como miembros
del séquito real. Por el contrario, las hijas del Cid conciertan matrimonios
con reyes de España, llegando al máximo ascenso social posible.
Así, la estructura
interna está determinada por unas curvas de
obtención–pérdida–restauración–pérdida–restauración de la honra del héroe. En un
primer momento, que el texto no refleja, el Cid es un buen caballero vasallo de
su rey, honrado y con heredades en Vivar. El destierro con que se inicia el
poema es la pérdida, y la primera restauración, el perdón real y las bodas de
las hijas del Cid con grandes nobles. La segunda curva se iniciaría con la
pérdida de la honra de sus hijas y terminaría con la reparación mediante el
juicio y las bodas con reyes de España. Pero la curva segunda supera en
amplitud y alcanza mayor altura que la primera.
Estructura
externa
Los editores del texto,
desde la edición de Menéndez Pidal de 1913, lo han dividido en tres cantares.
Podría reflejar las tres sesiones en que el autor considera conveniente que el
juglar recite la gesta. Parece confirmarlo así el texto al separar una parte de
otra con las palabras: «aquís conpieça la gesta de Mío Çid el de Bivar» (v.
1085), y otra más adelante cuando dice: «Las coplas deste cantar aquís van
acabando» (v. 2776).
Primer
cantar. Cantar del destierro (vv. 1–1084)
El Cid ha sido desterrado
de Castilla. Debe abandonar a su esposa e hijas, e inicia una campaña militar
acompañado de sus fieles en tierras no cristianas, enviando un presente al rey
tras cada victoria para conseguir el favor real.
Segundo
cantar. Cantar de las bodas (vv. 1085–2277)
El Cid se dirige a
Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Envía a su amigo
y mano derecha Álvar Fáñez a la corte de Castilla con nuevos regalos para el
rey, pidiéndole que se le permita reunirse con su familia en Valencia. El rey
accede a esta petición, e incluso le perdona y levanta el castigo que pesaba
sobre el Campeador y sus hombres. La fortuna del Cid hace que los infantes de
Carrión pidan en matrimonio a doña Elvira y doña Sol. El rey pide al Campeador
que acceda al matrimonio y él lo hace aunque no confía en ellos. Las bodas se
celebran solemnemente.
Tercer
cantar. Cantar de la afrenta de Corpes (vv. 2278–3730)
Los infantes de Carrión
muestran pronto su cobardía, primero ante un león que se escapa y del que huyen
despavoridos, después en la lucha contra los árabes. Sintiéndose humillados,
los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia Carrión con
sus esposas y, al llegar al robledo de Corpes, las azotan y las abandonan
dejándolas desfallecidas. El Cid ha sido deshonrado y pide justicia al rey. El
juicio culmina con el «riepto» o duelo en el que los representantes de la causa
del Cid vencen a los infantes. Estos quedan deshonrados y se anulan sus bodas.
El poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y los infantes
de Navarra y Aragón.
Características
y temas
El Cantar de Mío Cid se
diferencia de la épica francesa en la ausencia de elementos sobrenaturales, la
mesura con la que se conduce su héroe y la relativa verosimilitud de sus
hazañas. El Cid que ofrece el Cantar constituye un modelo de mesura y
equilibrio. Así, cuando de un prototipo de héroe épico se esperaría una
inmediata venganza de sangre, en esta obra el héroe se toma su tiempo para
reflexionar al recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas («cuando ge lo
dizen a Mío Cid el Campeador, / una grand ora pensó e comidió», vv. 2827-8) y
busca su reparación en un solemne proceso judicial; rechaza, además, actuar
precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por
otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos musulmanes,
como su aliado y vasallo Abengalbón, que refleja el estatus de mudéjar (los
«moros de paz» del Cantar) y la convivencia con la comunidad hispanoárabe, de
origen andalusí, habitual en los valles del Jalón y Jiloca por donde transcurre
buena parte del texto.2
Además está muy presente
la condición de ascenso social mediante las armas que se producía en las
tierras fronterizas con los dominios musulmanes, lo cual supone un argumento
decisivo de que no pudo componerse en 1140, pues en esa época no se daba ese
«espíritu de frontera» y el consiguiente ascenso social de los caballeros
infanzones de las tierras de extremadura.
El propio Cid, siendo solo
un infanzón (esto es, un hidalgo de la categoría social menos elevada,
comparada con condes, potestades y ricos hombres, rango al que pertenecen los
infantes de Carrión) logra sobreponerse a su humilde condición social dentro de
la nobleza, alcanzando por su esfuerzo prestigio y riquezas (honra) y
finalmente un señorío hereditario (Valencia) y no en tenencia como vasallo
real. Por tanto se puede decir que el verdadero tema es el ascenso de la honra
del héroe, que al final es señor de vasallos y crea su propia Casa o linaje con
solar en Valencia, comparable a los condes y ricos hombres.
Más aún, el enlace de sus
hijas con príncipes del reino de Navarra y del reino de Aragón, indica que su
dignidad es casi real, pues el señorío de Valencia surge como una novedad en el
panorama del siglo XIII y podría equipararse a los reinos cristianos, aunque,
eso sí, el Cid del poema nunca deja de reconocerse él mismo como vasallo del
monarca castellano, si bien latía el título de Emperador, tanto para los dos
Alfonsos implicados como para lo que fue su origen en los reyes leoneses,
investidos de la dignidad imperial.
De cualquier modo, el
linaje del Cid emparenta con el de los reyes cristianos y, como dice el poema:
«Oy los reyes d'España sos parientes son, / a todos alcança ondra por el que en
buen ora nació.» («Hoy los reyes de España sus parientes son, / a todos les
alcanza honra por el que en buena hora nació.»), vv. 3724–3725,3 de modo que no
sólo su casa emparenta con reyes, sino que estos se ven más honrados y gozan de
mayor prestigio por ser descendientes del Cid.
Respecto de otros
cantares de gesta, en particular franceses, el Cantar presenta al héroe con
rasgos humanos. Así, el Cid es descabalgado o falla algunos golpes, sin que por
ello pierda su talla heroica. De hecho, se trata de una estrategia narrativa,
que al hacer más dudosa la victoria, realza más sus éxitos.
La verosimilitud se hace
patente en la importancia que el poema da a la supervivencia de una mesnada
desterrada. Como señala Álvar Fáñez en el verso 673 «si con moros no lidiamos,
nadie nos dará el pan». Los combatientes del Cid luchan para ganarse la
subsistencia, por lo que el Cantar detalla por extenso las descripciones del
botín y el reparto del mismo, que se hace conforme a las leyes de extremadura
(es decir de zonas fronterizas entre cristianos y musulmanes) de fines del
siglo XII.
Métrica
Cada verso está dividido
en dos hemistiquios por una cesura. Esta forma, también típica de la épica
francesa, refleja un recurso útil a la recitación o canto del poema. Sin
embargo, mientras en los poemas franceses cada verso tiene una métrica regular
de diez sílabas divididas en dos hemistiquios por una fuerte cesura, en el
Cantar de Mío Cid tanto el número de sílabas en cada verso como el de sílabas
en cada hemistiquio varía considerablemente. A este rasgo se le denomina
anisosilabismo.
Aun cuando se encuentran
versos de entre diez y veinte sílabas y hemistiquios de entre cuatro y catorce,
más del 60% de los versos oscila entre 14 y 16 sílabas.
Se han propuesto varias
interpretaciones de la métrica del poema. Una de las más comunes defiende que
el elemento más importante de la prosodia de la épica medieval española son los
apoyos acentuales y no el cómputo silábico, generalmente postulando dos ictus
tónicos por cada hemistiquio. Tal es la opinión de autores como Leonard
(1931),4 Morley (1933),5 Navarro Tomás (1956),6 Maldonado (1965),7 López
Estrada (1982),8 Pellen (1994),9 Goncharenko (1988),10 Duffell (2002)11 y
Segovia (2005), que a juicio también de Montaner Frutos es la opción más
razonable, si bien este autor apunta que la mayoría de estas propuestas son
excesivamente rígidas, puesto que el modelo rítmico del Cantar no responde a un
patrón fijo, sino variable en función del servicio a una cadencia, de modo que,
dependiendo de la longitud de los versos, pueda aumentar o disminuir el número
de acentos por hemistiquio, en función del número de intervalos átonos que
aparezcan en cada verso.12 Orduna, en 1987, postula la presencia de inflexiones
de intensidad secundarias,13 y en esta línea se sitúan otras teorías que
combinan varios parámetros. En todo caso, la importancia de los acentos no
supone que haya que prescindir completamente de la cantidad de sílabas en
relación con el estudio de la métrica de este poema.
En principio, todos los
versos riman en asonante, pero las asonancias no son tampoco totalmente
regulares ni muy variadas (se usan once tipos de asonancia). Lo fundamental, en
todo caso, es la asonancia de la última sílaba tónica y se debe tener en cuenta
que a partir de esta última sílaba tónica no se considera a efectos de rima la
vocal «e», fenómeno que está en relación con la «e» paragógica o añadida a las
palabras terminadas en consonante de la poesía épica.
Los versos se agrupan en
tiradas de extensión variable. Su longitud varía entre 3 y 90 versos, cada una
de las cuales tiene la misma rima y suele constituir una unidad de contenido,
aunque el cambio de asonante no puede reducirse a reglas. El cambio de rima
puede obedecer a una transición a otro lugar, al desarrollo más en detalle de
algún episodio o a una variación en el estilo del discurso, la identificación
del interlocutor en un diálogo, el cambio de la voz emisora (del narrador a un
personaje, por ejemplo) o la introducción de digresiones.
Fuentes
La Historia Roderici, una
biografía en latín de hacia 1190, fue una de las fuentes de información que
seguramente proporcionó datos históricos al autor del Cantar de Mío Cid,
especialmente para los episodios que transcurren desde la batalla de Tévar
hasta la lucha con Yúcef, que refleja hechos que se produjeron realmente en la
batalla de Cuarte.
El Cantar de Mío Cid
reaprovecha una buena cantidad de noticias históricas, a menudo transformadas
por las necesidades literarias de adecuar la historia al género de los cantares
de gesta y a lo que se esperaba de un héroe épico, e inventa otra serie de
pasajes, el más destacado el de la afrenta de los infantes de Carrión, que es
toda ficticia, pues ni siquiera se ha podido comprobar la existencia de estos
condes.
Dejando al margen la
posibilidad, no demostrada, de que pudiera haber cantares épicos sobre el Cid
anteriores al que se ha conservado, y rechazada la existencia de unos presuntos
«cantos noticieros», de los que no existe ningún testimonio, la principal
fuente del Cantar sería la historia oral, y parcialmente a pasajes que en
última instancia remiten a la Historia Roderici, aunque queda la objeción de
que el cantar de gesta omite completamente el servicio de Rodrigo Díaz a los
reyes taifas de Zaragoza, que en la biografía latina está relatado con
considerable extensión, pero esto mismo sucede con el himno panegírico Carmen
Campidoctoris, que también silencia este periodo en la selección que hace de
los episodios narrados en la Historia Roderici.
Para otros datos, como
los nombres de los personajes históricos, pudo haber utilizado también la
documentación legal de la época, en su condición de letrado, si bien por
reminiscencias de documentos manejados por otros motivos, y no acudiendo
expresamente a archivos de diplomas sobre Rodrigo Díaz para documentar la obra
que estaba escribiendo, lo cual es un planteamiento anacrónico, además de que
este tipo de documentación no ofrece el material que sería necesario para
componer un poema épico. Fue este procedimiento de composición en el que se
fundamentaron las tesis de Colin Smith, que defendió que el autor era Per
Abbat, identificándolo con un clérigo y jurista burgalés.
Así pues, aunque
secundariamente el autor del Cantar pudo recibir información procedente de
documentos jurídicos y de la Historia Roderici, la información histórica del
Cantar de Mío Cid proviene, fundamentalmente, de la historia oral, cuya
vitalidad era mucho mayor en el siglo XII de lo que hoy se podría pensar:
todavía en 1270, los colaboradores de la Estoria de España de Alfonso X el
Sabio manejaban información obtenida de noticias orales sobre la época del
Cid.21
Si existió una tradición
de cantares de gesta hispánicos anteriores al de Mío Cid (algo que niegan
autores como Colin Smith), este heredaría su sistema métrico, que sería una
romanización del hexámetro latino adaptado con acentos de intensidad, en lugar
de cantidad. Pero la más clara influencia se da con respecto a la épica
francesa del siglo XII, en especial la Chanson de Roland (quizá a partir de un
Cantar de Roldán hispánico, de cuya existencia hay indicios), de la que adoptó,
entre otros aspectos, el sistema formular. Su eco se percibe también en otros
pasajes concretos, como el verso 20 «¡Dios, qué buen vasallo, si oviesse buen
señor!», la aparición del arcángel San Gabriel, la estructura narrativa de los
combates y el tipo de tácticas y armamentos guerreros, o la figura del obispo
guerrero Jerónimo, paralela a la del Turpín de la chanson de geste francesa.
Estilo
Lo más característico del
estilo del poema épico del Cid es un uso consciente de una lengua arcaizante,
que se vinculaba con el los cantares de gesta y constituyó una lengua
artificial identificada con este subgénero narrativo hasta el siglo XIV, como
muestra el tardío Cantar de las mocedades de Rodrigo. Este código específico ha
provocado dificultades en cuanto a la datación del poema a partir de sus rasgos
lingüísticos. El tono arcaico daba a este verso heroico un tinte de antigüedad,
de valor intrínseco por producirse en una edad mítica, en un tiempo heroico.
Constituiría un registro propio del estilo sublime o grave medieval. Pero
además de los arcaísmos, en esta modalidad lingüística aparecen los
neologismos, cultismos latinos e incluso arabismos.
En el plano fónico se
aprecian aliteraciones, rimas internas y otros efectos eufónicos, muy
relacionados con la naturaleza oral, recitada o semicantada que tenían estos
poemas. Así, se ha propuesto como ejemplo de aliteración el verso 286 («Tañen
las campanas en San Pero a clamor») con su recurrencia en las nasales, que
evocan la peculiar acústica de las campanas. De rima interna, pueden destacarse
los siguientes versos:
¡Merced, ya rey e señor,
por amor de caridad!
La rencura mayor non se
me puede olvidar
oídme toda la cort e
pésevos de Mío mal,
los ifantes de Carrión,
que m' desondraron tan mal.
Cantar de Mío Cid, ed. de
Montaner Frutos, vv. 3253-3256.
Pasando al ámbito léxico,
destaca el uso de expresiones de la variedad lingüística clerical y jurídica,
como «curiador» ('avalista'), «rencura» ('querella'), «entención» ('alegato') o
«manfestar» ('confensar'). Destaca, asimismo, el empleo de pares de sinónimos,
como «a rey e a señor», «grandes averes priso e mucho sobejanos», «a priessa
vos guarnid e metedos en las armas» o «pensó e comidió»; caso especial es la
pareja aparentemente antitética pero en realidad sinónima, ejemplos de ello son
«venido es a moros, exido es de cristianos», «si a vos pluguiere, Minaya, e non
vos caya en pesar», «antes perderé el cuerpo e dexaré el alma» o «passada es la
noche, venida es la mañana». Paralelo es el uso de las parejas léxicas que
incluyen la referencia a un todo mediante la conjunción de dos términos que se
complementan, como es el caso de «grandes e chicos» (que equivale a 'todo el
mundo'), «el oro e la plata» ('riquezas de todo tipo'), «de noch e de día» ('en
todo momento') o «a caballeros e a peones» ('a toda la hueste'). En general se
aprecia un recurso recurrente a las estructuras sintácticas bimembres, que en
ocasiones suponen un oxímoron («e faziendo yo a él mal e él a mí grand pro»).
En cuanto a la sintaxis,
es notable el empleo de las llamadas «frases físicas», que realzan la
gestualidad. Así sucede en las expresiones «llorar de los ojos» o «hablar de la
boca». Abundan también los paralelismos sintácticos y semánticos, y es
frecuente encontrar anáforas y enumeraciones:
salveste a Jonás cuando
cayó en la mar
salvest a Daniel con los
leones en la mala cárcel,
salvest dentro en Roma al
señor san Sabastián,
salvest a Santa Susaña
del falso criminal.
vv. 339-343, ed. de
Montaner Frutos.
Otro recurso notable es
la gran cantidad de usos verbales perifrásticos, entre los que destacan los
incoativos querer + infinitivo, tomarse a + infinitivo y compeçar de +
infinitivo. El encabalgamiento es más raro, pero su uso es muy significativo en
este tipo de género literario.
Entre las figuras
retóricas, cabe mencionar el uso de la interrogación y la exclamación. Son, en
cambio, muy escasas las figuras de pensamiento. Solo caben mencionar algunas
metáforas sencillas, con valor simbólico y una base asentada en la tradición y
la lengua oral. Un símil ha sido habitualmente señalado, el que se usa para
comparar la separación del Cid y su familia con la fórmula «commo la uña de la
carne» (vv. 365 y 2642). Más extendida está la metonimia, sobre todo en su
variedad de sinécdoque (expresar la parte para aludir al todo). En el verso 16
se dice que en la compañía del Cid se contaban «sessaenta pendones» (esto es,
sesenta caballeros armados con lanza, que remataba en un estandarte o pendón).
Caso notable es la expresión «fardida lança» donde la lanza es sinécdoque de
caballero y el epíteto «fardida» (=ardida, 'fogosa', 'valiente') es en realidad
una metáfora que personifica la virtud del que la enristra. De alcances líricos
son los «ojos vellidos catan a todas partes», donde los ojos son metonimia
sinecdótica de las mujeres del Cid, que acaban de subir al punto más alto de
Valencia para contemplar la riqueza del paisaje que el héroe acaba de
conquistar.
Frases
La tradición épica posee
un recurso expresivo característico consistente en utilizar determinadas
expresiones convertidas en frases hechas que eran utilizadas por los juglares
como recurso que ayuda a la recitación o la improvisación y que se convierten
en un estilema propio de la lengua de los cantares de gesta. El sistema
formular del Cantar de Mío Cid está fuertemente influido por el de la chanson
de geste del norte de Francia y occitania del siglo XII, aunque con fórmulas
renovadas y adaptadas a su ámbito espacio-temporal hispánico de hacia 1200.
El recurso consiste en la
repetición estereotipada de frases hechas y, a menudo, deslexicalizadas, que
ocupan habitualmente un hemistiquio y, en su caso, aportan la palabra de la
rima, por lo que, en origen, tendrían la función de solventar las lagunas de
recitado improvisado del juglar. Con el tiempo se convirtió en un rasgo de
estilo de la variedad lingüística particular (Kunstsprache) propia del género
épico. Algunas de las más frecuentes en el Cantar son:
aguijó Mío Cid 'espoleó
[a su caballo] Mío Cid', en ocasiones usado con otro personaje, como «el
conde», v. 1077
metió mano al espada/al
espada metió mano 'empuñó la espada'
por el cobdo/la loriga
ayuso la sangre destellando
Mío vassallo de pro
El epíteto épico
Se trata de locuciones o
perífrasis fijas usadas para adjetivar positivamente a un personaje
protagonista que se define e individualiza con esta designación. Puede estar
constituido por un adjetivo, oración adjetiva o una aposición al antropónimo
con función especificativa y no únicamente explicativa. Es el Cid quien mayor
número de epítetos épicos, que en última instancia forman parte del sistema de
fórmulas y frases hechas. Los más utilizados para referirse al héroe son:
El
Campeador
El de la barba vellida
(barba poblada, vellosa)
El que en buen hora
nasció
El que en buen hora cinxo
espada (ciñó su espada, es decir, fue armado caballero)
Pero también los afectos
y allegados del Cid reciben epítetos. Así, el rey es «el buen rey don Alfonso»,
«rey ondrado» ('honrado'), «mi señor natural», «el castellano», «el de León».
Jimena, su esposa, es «mugier ondrada»; Martín Antolínez es el «burgalés de
pro/complido/contado/leal/natural»; Álvar Fáñez (además de que el «Minaya» que
lo suele anteceder como apelativo pudiera ser un epíteto), es «diestro braço».
Incluso la legendaria montura del Cid, Babieca, es «el caballo que bien anda» y
«el corredor»; o Valencia, que es «la clara» y «la mayor».
La
voz enunciadora
El discurso o relato está
emitido desde la voz de un narrador ominisciente que usa de forma muy libre los
tiempos verbales con función estilística. Habitualmente proporciona más
información de la que tienen los personajes, creando un desfase entre las
expectativas del público y la de los protagonistas que conduce a lo que se ha
venido en llamar ironía dramática; ello puede crear comicidad o hacer surgir
tensión conflictiva. Como ejemplo, se puede referir el momento en que los
infantes de Carrión se llevan a las hijas del Cid. El auditorio sabe que tienen
planeado maltratarlas pero no el héroe, que las deja marchar de su protección.
Por otra parte, un caso de comicidad es el episodio del empréstito de las arcas
a los judíos Rachel y Vidas; el público sabe, con el Cid, que están llenas en
su mayor parte de arena, pero los avaros prestamistas la imaginan repleta de
riquezas.
El narrador se posiciona
siempre en favor del Cid (toma partido en su alborozo por la llegada, gracias
al Campeador, del obispado a Valencia: «¡Dios, qué alegre era todo
cristianismo, / que en tierras de Valencia señor avié obispo!», vv. 1305–1306),
y contra sus antagonistas, como el conde de Barcelona, a quien tilda de petulante.
Para buscar la complicidad con el auditorio, el narrador abandona en ocasiones
la tercera persona para dirigirse a los oyentes con fórmulas apelativas en
segunda persona o refiriéndose a él mismo en primera persona. Por ejemplo
cuando se celebran las bodas de las hijas del Cid en Valencia, exclama ante su
público: «sabor abriedes de ser e de comer en el palacio», v. 2208 ('Os
encantaría estar y comer en el palacio').
El
manuscrito
Existe un ejemplar único
que actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional en Madrid que se puede
consultar en la biblioteca digital cervantesvirtual.com.
En el siglo XVI se
guardaba en el Archivo del Concejo de Vivar. Después se sabe que estuvo en un
convento de monjas del mismo pueblo. Ruiz de Ulibarri realizó una copia
manuscrita en 1596. Eugenio de Llaguno y Amírola, secretario del Consejo de
Estado, lo sacó de allí en 1779 para que lo publicase Tomás Antonio Sánchez.
Cuando se terminó la edición, el señor Llaguno lo retuvo en su poder. Más tarde
pasó a sus herederos. Pasó después a Pascual de Gayangos y durante ese tiempo,
hacia 1858, lo vio y consultó Damas-Hinard. A continuación fue enviado a Boston
para que lo viera Ticknor. En 1863 ya lo poseía el primer marqués de Pidal (por
compra) y estando en su poder lo estudió Florencio Janer. Con posterioridad lo
heredó Alejandro Pidal y en su casa lo estudiaron Vollmöller, Baist, Huntington
y Ramón Menéndez Pidal. Finalmente fue adquirido por la Fundación Juan March el
20 de diciembre de 1960 y el día 30 de ese mismo mes lo donó al Ministerio de
Cultura, que lo adscribió a la Biblioteca Nacional.23
Se trata de un tomo de 74
hojas de pergamino grueso, al que le faltan tres, una al inicio y dos entre las
hojas 47, 48 y 69, 70. Otras 2 hojas le sirven de guardas. El manuscrito es un
texto seguido sin separación en cantares, ni espacio entre los versos, los
cuales se inician siempre con letra mayúscula. En muchas de sus hojas hay
manchas de color pardo oscuro, debidas a los reactivos utilizados ya desde el
siglo XVI para leer lo que, en principio, había empalidecido y, después, se
hallaba oculto a causa del ennegrecimiento producido por los productos químicos
previamente empleados. De todos modos, el número de pasajes absolutamente
ilegibles no es demasiado alto y en tales casos, además de la edición
paleográfica de Menéndez Pidal, existe como instrumento de control la copia de
Ulibarri del siglo XVI y otras ediciones anteriores a la de Pidal.
La encuadernación del
tomo es del siglo XV. Está hecha en tabla forrada de badana y con orlas
estampadas. Quedan restos de dos manecillas de cierre. Las hojas están
repartidas en 11 cuadernos; al primero le falta la primera hoja; al séptimo le
falta otra, lo mismo que al décimo. El último encuadernador hizo algunas
averías importantes en el tomo.
La letra del manuscrito
es clara y cada verso empieza con mayúscula. De vez en cuando hay letra
capital. Los últimos estudios aseguran que, tras analizar todos los aspectos
pertinentes, el códice pertenece a la primera mitad del siglo XIV, más concretamente
entre 1320 y 1330, y con preferencia en el último lustro de esta década,24 y
fuera elaborado o encargado posiblemente por el monasterio de San Pedro de
Cardeña a partir de un ejemplar preexistente del Cantar tomado en préstamo.25
Datación
Folio 74 recto del Cantar
de Mío Cid, donde se puede leer el explicit «Quien escrivió este libro de Dios
paraíso, amen / Per Abbat le escrivió en el mes de mayo en era de mil e. CC XLV
años», vv. 3731-3732.
Solamente se conserva en
una copia realizada en el siglo XIV (como se deduce de la letra del manuscrito)
a partir de otra que data de 1207 y fue llevada a cabo por un copista llamado
Per Abbat, que transcribe un texto compuesto probablemente pocos años antes de
esta fecha.
La fecha de la copia
efectuada por Per Abbat en 1207 se deduce de la que refleja el explicit del
manuscrito: «MCC XLV» (de la era hispánica, esto es, para la datación actual,
hay que restarle 38 años).
Quien escrivió este libro
de Dios paraíso, amen
Per Abbat le escrivió en
el mes de mayo en era de mil e. CC XLV años.26
Este colofón refleja los
usos de los amanuenses medievales, que cuando finalizaban su labor de
transcribir el texto (que era lo que significaba "escribir"), añadían
su nombre y la fecha en que terminaban su trabajo.
El
autor y la fecha de composición
En virtud del análisis de
numerosos aspectos del texto conservado se demuestra que pertenece a un autor
culto, con conocimientos precisos del derecho vigente a fines del siglo XII y
principios del XIII, y que podría estar relacionado (por su conocimiento de la
microtoponimia) con la zona aledaña a Burgos, Medinaceli (actual Soria), la
zona fronteriza de Castilla con Aragón, la Alcarria o el valle del Jiloca.20
La lengua utilizada es la
de un autor culto, un letrado que debió trabajar para alguna cancillería o al
menos como notario de algún noble o monasterio, puesto que conoce el lenguaje
jurídico y administrativo con precisión técnica, y que domina varios registros,
entre ellos, claro está, el estilo propio de los cantares de gesta medievales,
que necesitaban ciertos estilemas exclusivos, como el epíteto épico o el
lenguaje formular.
La geografía aporta otro
dato: el hecho de que Medinaceli aparezca como plaza definitivamente
castellana, y no como ciudad fronteriza en litigio entre varios reinos
fronterizos, solo puede remitir a la segunda mitad del siglo XII. Por ejemplo,
en 1140 era aragonesa.
La sociedad reflejada en
el Cantar testimonia la vigencia del «espíritu de frontera», que solo se dio en
la extremadura aragonesa y castellana a fines del siglo XII, pues las
necesidades guerreras en las fronteras permitió a los infanzones las
condiciones de rápido ascenso social y relativa independencia que tenían los
hidalgos de frontera que vemos en el Cantar y que se dieron históricamente a
partir de la conquista de Teruel. Así también es histórico el estatus de «moros
en paz» del Cid, es decir, los primeros mudéjares, necesarios en territorios
con poca población cristiana, como la extremadura soriana y turolense.
El derecho muestra que la
descripción técnica detallada de las cortes o vistas remiten al «riepto» o
juicio con combate singular, institución influida por el derecho romano, y sólo
introducida en España a fines del siglo XII. Asimismo, la presencia de la
legislación de la extremadura aragonesa y castellana (los fueros de Teruel y
Cuenca datan de fines del XII y principios del XIII respectivamente) nos llevan
como muy pronto a 1170.
La sigilografía nos dice
que el sello real (la «carta ... fuertemientre sellada» de los vv. 42–43) solo
está documentado bajo el reinado de Alfonso VIII de Castilla a partir de 1175.
Desde el punto de vista
de la heráldica, que llega a la Península Ibérica hacia 1150, aparece en el
Cantar el uso simbólico (sobreseñal) con el ornato en la sobreveste de los
caballeros, una túnica que se ponía la vestimenta. Esta utilización emblemática
tiene su testimonio más temprano en un sello de Alfonso II de Aragón de 1186.20
Desde la sociología y la
lexicografía diacrónica, el testimonio más antiguo del término «fijodalgo»
(hidalgo) remite a 1177, y el de «ricohombre» a 1194.20
En la Edad Media
«escribir» significaba solo «ser el copista», para lo que hoy conocemos como
autor habría de decir «compuso» o «fizo». Esto invalida la teoría de Colin
Smith de que el autor fue Per Abbat, aunque, como es lógico, supone que la
fecha de composición no pudo ser posterior a 1207, sin embargo es muy poco
posterior a la redacción original.
Estatua
del Cid, en Burgos.
Pidal daba como fecha del
explicit 1307, aduciendo que habría una tercera 'C' borrada en el manuscrito,
siguiendo la conjetura del primer editor del Cantar Tomás Antonio Sánchez
(1779).27 Pero según queda demostrado en investigaciones recientes, en especial
el CD anexo a la edición de Alberto Montaner, nadie ha podido observar el más
mínimo rastro de tinta de una «C» borrada. Montaner utiliza todos los medios
técnicos a su alcance, incluida la visión infrarroja. Lo más probable es que el
copista dudara y dejara un espacio algo mayor por si acaso (como hace en otros
lugares del poema) o que intentara evitar unas imperfecciones del pergamino.
También pudo ser que hiciera dos incisiones pequeñísimas con el cuchillito de
raspar (cultellum) que servía para las correcciones, pues estas sí se han
observado al microscopio, y son incisiones rectas (no una raspadura de borrado
como defendía Menéndez Pidal, que dejaría la textura rugosa) que pudieron
inducir al copista a evitar ese espacio para que no se corriera sobre la
hendidura la tinta. El mismo Pidal llegará a admitir que no habría esa tercera
«C» borrada, porque, en todo caso, el defecto de textura del manuscrito o «la
arruga» según él sería anterior a la escritura. Para él, Per Abbat sería un
copista de un texto del 1140, pero el argumento de la difusión popular de la
genealogía cidiana actúa también en su contra, pues el Cid no emparentó con
todas las dinastías españolas hasta el año 1201; también se apoyaba en que un
poema latino menciona al Cid, el Poema de Almería, pero este es de datación
insegura (pudiera ser de finales del XII) y, sobre todo, no alude al Cantar,
sino al propio Cid, que ya era conocido por sus hazañas. En cuanto a los
arcaísmos, queda claro, como dice Rusell y otros autores, que lo que pasa es
que hay una kunstsprache en la poesía heroica, como demuestra el hecho de que
en las Mocedades de Rodrigo, del siglo XIV, se usen los mismos arcaísmos, con
similares epítetos épicos y lenguaje formular. En cuanto al autor, Pidal
primero habla de un poeta de Medinaceli con conocimiento de San Esteban de
Gormaz; luego habla de dos poetas: primera versión corta y verista por un poeta
de San Esteban, luego refundición de uno de Medinaceli. Pero Ubieto demostró
que la geografía local del área de San Esteban de Gormaz era desconocida para el
autor, debido a grandes imprecisiones y lagunas, por ejemplo, el no situar
correctamente las márgenes del Duero, y, sin embargo, hay un conocimiento
exhaustivo de los topónimos del valle del Jalón (Cella, Montalbán, Huesa del
Común), la zona de la provincia de Teruel. Además localiza varias palabras
exclusivas del aragonés, que no podía conocer un autor castellano. Por otro
lado, el Cantar refleja la situación de los mudéjares (con personajes como
Abengalbón, Fariz, Galve, incluso de gran lealtad al Cid), que fueron
necesarios para repoblar la extremadura aragonesa, y por tanto, estaban muy
presentes en la sociedad del sur de Aragón, cosa que no ocurría en Burgos. Por
tanto, según Ubieto, el autor provendría de alguno de esos lugares. Hay que
recordar que Medinaceli fue en ese tiempo un lugar en disputa que estuvo en
ocasiones en manos aragonesas. Rafael Lapesa también defendió una datación
antigua en Estudios de historia lingüística española, donde intentaba mostrar
que la composición del cantar dataría de entre 1140 y 1147, pero sus argumentos
a este respecto son muy endebles.
Colin Smith, como se
dijo, consideró a Per Abbat el autor de la obra. También piensa que el texto de
la Biblioteca Nacional sería copia del de Per Abbat. Para este autor 1207 sería
la fecha real de composición, y relacionó Per Abbat con un notario de la época
del mismo nombre, al que supuso un gran conocedor de la poesía épica francesa,
y que sería quien compuso el Cantar inaugurando la épica española, sirviéndose
de sus lecturas y de las chansons de geste, y mostrando su formación jurídica.
Según Smith, tanto el sistema formulario del Cantar como su métrica son
préstamos de la épica francesa. Sin embargo, aunque no cabe duda que los ciclos
épicos franceses influyen en la literatura española —como demuestra el que
aparezcan en esta personajes como Roldán, Oliveros, Durandarte o Berta la de
los grandes pies— las enormes diferencias en cuanto a elementos maravillosos,
exageración de las hazañas del héroe y menor realismo, hacen que el Cantar
pudiera ser redactado por cualquier escritor culto de la época, sin necesidad
de tener un modelo francés cercano. De todas maneras, su profunda erudición
puso en la pista de la datación actual de fines del XII o principios del XIII a
los más acreditados investigadores sobre temas de fecha y autoría. Además, el
propio Colin Smith modificó su tesis inicial en sus escritos posteriores
reconociendo que Per Abbat pudo ser solo el copista y que el Cantar no fue el
punto de partida de la épica medieval española; la fecha de composición la
situaría también en los años anteriores a 1207; mantendría, no obstante, la
autoría culta y letrada para el poema. Todas estas cuestiones han sido
debatidas por extenso por Alan Deyermond, Antonio Ubieto Arteta, María Eugenia
Lacarra, Colin Smith, Jules Horrent y Alberto Montaner Frutos, quien se ocupó
de sintetizar todas las propuestas en su edición del Cantar.
Así pues, toda una serie
de circunstancias históricas y sociales llevan a los investigadores actualmente
a la conclusión de que hay un único autor, que compuso el Cantar de Mío Cid
entre fines del siglo XII y principios del siglo XIII, (de 1195 a 1207) que
podría conocer la zona aledaña a Burgos, la Alcarria y la del valle del Jalón,
culto, y con profundos conocimientos jurídicos, posiblemente notario o letrado.
Poema de
Mío Cid
Cantar Primero: Destierro del Cid
[El
Cid, que servía al rey Alfonso VI, fue atacado por el conde García Ordóñez, un
gran amigo del rey. El Cid no pudo dejar sin vengarse el ataque y venció al
conde, insultando su honor: le mesó la barba (le arrancó pelos de la barba).
García Ordóñez se puso furioso y le habló mal del Cid al rey. El rey desterró
al Cid. El poema comienza en el momento de salir de Burgos.]
1
Con sus
ojos muy grandemente llorando
tornaba
la cabeza y estábalos mirando:
vio las
puertas abiertas, los postigos sin
candado,
las
perchas vacías sin pieles y sin mantos
y sin
halcones y sin azores mudados.
Suspiró
mío Cid triste y apesadumbrado.
Habló
mío Cid y dijo resignado:
«¡Loor
a ti, señor Padre, que estás en lo
alto!
Esto me
han urdido mis enemigos malos».
Notas:
postigo: puerta azores: pájaros fuertes (halcones)
mudados: que habían cambiado las plumas
apesadumbrado: muy triste me han urdido: han conspirado contra mí |
2
Ya
cabalgan aprisa, ya aflojan las
riendas.
Al
salir de Vivar, tuvieron la corneja
diestra,
y
entrando en Burgos, tuviéronla
siniestra.
El Cid
se encogió de hombros y meneó la
cabeza:
«¡Albricias,
Álvar Fáñez, que si ahora nos
destierran
con muy
gran honra tornaremos a Castiella!»
corneja diestra ... siniestra: ver una corneja
(pájaro negro) a la derecha (diestra)
significaba buena fortuna; a la izquierda (siniestra) indicaba mala fortuna |
3
Mío Cid
Ruy Díaz por Burgos entróve,
van en
su compañía sesenta pendones;
salen a
verlo mujeres y varones,
burgueses
y burguesas a las ventanas se ponen,
llorando
de los ojos, ¡tan grande era su dolor!
De las
sus bocas todos decían una razón
«¡Dios,
qué buen vasallo, si tuviese buen
señor!»
entróve: entró
razón: palabra |
4
Le
hospedarían con gusto, pero ninguno
osaba:
que el
rey don Alfonso le tenía gran saña.
Antes
de la noche en Burgos entró su carta
con
gran mandamiento y fuertemente sellada
que a
mío Cid Ruy Díaz que nadie le diese
posada
y
aquellos que se la diesen supiesen vera
palabra
que
perderían sus bienes y además los ojos
de la cara,
y aun
además los cuerpos y las almas.
Grande
duelo tenían las gentes cristianas;
se
esconden de mío Cid, que no osan
decirle nada.
El
Campeador se dirigió a su posada;
cuando
llegó a la puerta, la halló bien cerrada,
por
miedo del rey Alfonso, así ellos acordaran:
que a
menos que la rompiese, no se la
abrirían por nada.
Los de
mío Cid a altas voces llaman,
los de
dentro no les querían responder
palabra.
Aguijó
mío Cid, a la puerta se llegaba,
sacó el
pie del estribo, un fuerte golpe daba;
no se
abre la puerta, que estaba bien
cerrada.
Una
niña de nueve años a mío Cid se
acercaba:
«Ya
Campeador, en buen hora ceñiste
espada
«El rey
lo ha vedado, anoche entró su carta,
«con
gran mandamiento y fuertemente sellada.
«No os
osaríamos abrir ni acoger por nada;
«si no,
perderíamos los bienes y las casas,
«y aún
además los ojos de las caras.
«Cid,
en nuestro mal vos no ganáis nada;
mas el
Criador os guarde con todas sus
virtudes santas».
Esto la
niña dijo y tornó para su casa.
Ya lo
ve el Cid que del rey no esperaba
gracia.
Partióse
de la puerta, por Burgos aguijaba,
llegó a
Santa María, luego descabalga;
hincó las
rodillas, de corazón rogaba.
La
oración hecha, luego cabalgaba;
salió
por la puerta, el río Arlanzón pasaba.
Junto a
la villa de Burgos en la glera
acampaba,
mandó
plantar las tiendas, después
descabalgaba.
Mío Cid
Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó
espada,
acampó
en la glera que nadie le abre su casa;
están
junto a él los fieles que le
acompañan.
Así
acampó mío Cid como si fuese en
montaña.
saña: enojo, odio
fuertemente sellada: enviada por el rey con intenciones severas supiesen vera palabra: no debieran dudar acordaran: habían acordado la rompiese: rompiese la puerta aguijar: espolear, incitar (un caballo) ceñiste: te pusiste vedado: prohibido glera: ribera del río montaña: bosque |
[El
Cid pasa por San Pedro de Cardeña para despedirse de su mujer, doña Jimena, y a
sus hijas, doña Elvira y doña Sol.]
He aquí
a doña Jimena que con sus hijas va
llegando;
dos
dueñas las traen a ambas en sus brazos.
Ante el
Campeador doña Jimena las rodillas ha
hincado.
Lloraba
de los ojos, quiso besarle las manos:
«¡Ya
Campeador, en hora buena engendrado,
«por
malos intrigantes de Castilla sois
echado! »
16
«Ay, mi
señor, barba tan cumplida,
«aquí
estamos ante vos yo y vuestras hijas,
«(muy
niñas son y de pocos días),
«con
estas mis damas de quien soy yo
servida.
«Ya lo
veo que estáis de partida,
«y
nosotras y vos nos separamos en vida.
«¡Dadnos
consejo, por amor de Santa María!»
Alargó
las manos el de la barba bellida,
a las
sus hijas en brazos las cogía,
acercólas
al corazón que mucho las quería.
Llora
de los ojos, muy fuertemente suspira:
« Ay,
doña Jimena, mi mujer muy querida,
«como a
mi propia alma así tanto os quería.
«Ya lo
veis que nos separan en vida,
«yo
parto y vos quedáis sin mi compañía.
«Quiera
Dios y Santa María,
«que
aún con mis manos case estas mis hijas,
«y vos,
mujer honrada, de mí seáis servida».
barba tan cumplida: referencia al machismo, al
poder del Cid y al respeto que se le debe
bellida: bella |
17
Por
Castiella se va oyendo el pregón,
cómo se
va de tierra mío Cid el Campeador;
unos
dejan casas y otros, honor.
En ese
día en el puente de Arlanzón
ciento
quince caballeros todos juntados son;
todos
demandan por mío Cid el Campeador.
honor: aquí, tierras y haciendas
|
18
[Ya
llega el momento de salir de su tierra. El Cid les habla a sus hombres.]
El día
es salido, la noche quería entrar,
a sus
caballeros mandólos todos juntar:
«Oíd,
varones, no os dé pesar;
«poco
dinero traigo, vuestra parte os quiero
dar.
«Tened
en cuenta cómo os debéis comportar:
«mañana
temprano cuando los gallos cantarán,
«no
perdáis tiempo, los caballos ensillad;
«en San
Pedro, a maitines tañerá el
buen abad,
«nos
dirá la misa de Santa Trinidad;
«dicha
la misa, tendremos que cabalgar,
«pues
el plazo se acerca y mucho hemos de
andar».
Como lo
manda mío Cid así todos lo harán.
Hecha
la oración, la misa acabada ya,
salieron
de la iglesia, ya quieren cabalgar.
El Cid
a doña Jimena la iba a abrazar;
doña
Jimena al Cid la mano le va a besar,
llorando
de los ojos que ya no puede más.
Y él a
las niñas volviólas a mirar:
«A Dios
os encomiendo, nuestro Padre
espiritual,
«ahora
nos separamos, ¡Dios sabe el ajuntar!
Llorando
de los ojos con un dolor tan grande,
así se
separan como la uña de la carne.
a maitines tañera: Tañir las campanas para llamar
a la gente a la iglesia
ajuntar: el momento de reunirse otra vez |
19
Se
acostó mío Cid cuando la noche llegó,
soñó un
sueño dulce, ¡qué bien que durmió!
El
ángel Gabriel a él vino en visión:
«Cabalgad,
Cid, el buen Campeador,
«que
nunca en tan buen hora cabalgó varón;
«mientras
que vivieseis tendréis buen honor».
Cuando
despertó el Cid, la cara se santiguó.
[El
Cid y sus hombres entran el reino moro de Toledo, un rey tributario del rey
Alfonso. El Cid va rumbo a Castejón mientras Álvar Fáñez y otros hombres pasan
por Guadalajara. El Cid llega a Castejón.]
23
Ya amanecía y venía la mañana,
salía
el sol, ¡Dios, qué hermoso apuntaba!
En
Castejón todos se levantaban,
abren
las puertas, afuera se mostraban,
para ir
a sus labores y a sus campos de
labranza.
Todos
han salido dejan libre la entrada,
sólo pocas
gentes en Castejón quedaban;
las
gentes por los campos andan ocupadas.
El
Campeador salió de la celada,
en
torno a Castejón aprisa cabalgaba,
Mío Cid
don Rodrigo corre hacia la entrada,
los que
guardan la puerta viéndola asaltada,
tuvieron
miedo y la dejan desamparada.
Mío Cid
Ruy Díaz por las puertas entraba,
trae en
la mano desnuda la espada,
quince
moros mataba de los que alcanzaba.
Ganó a
Castejón y mucho oro y plata.
Sus
caballeros llegan con la ganancia,
la dejan
a mío Cid sin querer para sí nada.
salió de la celada: salió de donde estaba
escondido
|
[Álvar
Fáñez vuelve de Guadalajara con la riqueza que ganó (ovejas, caballos, etc.).
El Cid comparte el tesoro con sus hombres. El Cid decide abandonar Castejón
porque no quiere ser atacado por el rey Alfonso (y Alfonso es amigo del rey de
Toledo donde queda la ciudad). Para mostrar su generosidad, el Cid libera a 200
moros que había cautivado.]
«Del
castillo que tomaron todos ricos se
van;
los
moros y las moras bendiciéndole están».
[El
Cid decide ir a atacar Alcocer. El rey de Valencia, que controla Alcocer, manda
un ejército de 3.000 hombres para reconquistar la ciudad. Los moros cercan al
Cid y le quitan el agua. Los hombres del Cid quieren ir a la batalla, pero el
Cid quiere consultar con sus hombres.]
34
Al cabo
de tres semanas, cuando la cuarta iba a
entrar,
mío Cid
de los suyos se quiso aconsejar:
«El
agua nos han quitado, nos va a faltar
el pan,
«si
quisiéramos irnos de noche no lo
consentirán;
«son
demasiadas sus fuerzas para con ellos
luchar;
«decidme,
caballeros, qué consejo tomar».
Primero
habló Minaya, un caballero leal:
«de
Castilla la gentil hemos venido acá,
«si con
moros no luchamos no ganaremos el pan.
«Somos
unos seiscientos, acaso alguno más;
«en el
nombre del Criador que no se haga más;
sino
irlos a combatir mañana sin tardar».
Dijo el
Campeador: «ése es buen hablar;
hablasteis
como honrado, como era de esperar».
[Se
preparan para el ataque y, al amanecer, el Cid manda que todos salgan a la
batalla. El Cid entrega su enseña (su bandera) a Pero Bermúdez para que la
lleve.]
Abrieron
las puertas, afuera salen ya;
los ven
las avanzadas, a sus huestes van a
avisar.
¡Con
qué prisa los moros se comienzan a
armar;
ante el
ruido de los tambores la
tierra quería quebrar;
vierais
armarse a los moros, aprisa entrar en
haz
En la
parte de los moros dos grandes enseñas
van,
y los
otros pendones, ¿quién los podría
contar?
Las
haces de los moros comienzan a avanzar
hacia
mío Cid y los suyos, para irlos a
atacar.
«Estad
quietas, mesnadas, aquí en este lugar,
«nadie
salga de filas hasta que lo oigáis
mandar».
Aquel
Per Bermúdez no se pudo aguantar;
la
enseña tiene en la mano, comenzó a
espolear:
«¡El
Criador nos valga, Cid Campeador leal!
«Voy a
meter vuestra enseña en medio del mayor
haz;
«veremos
estos caballeros cómo la protegerán».
Dijo el
Campeador: «¡No lo hagáis, por
caridad»
Repuso
Per Bermúdez: «¡Ya veréis como se
hará!»
Espoleó
al caballo, lo metió en mayor haz.
Los
moros lo reciben, la enseña vanle a
quitar,
le dan
grandes golpes no le pueden derribar.
Dijo el
Campeador: «¡Valedle, por
caridad!»
avanzadas: hombres moros que vigilaban la tierra
haz: formación para la batalla enseña: bandera mesnada: tropa espolear: incitar al caballo |
35
Embrazan
los escudos ante sus corazones,
enristran
las lanzas, envueltos los pendones,
inclinaron
las caras encima de los arzones,
íbanlos
a atacar con fuertes corazones.
A
grandes voces llama el que en buena
hora nació:
«¡Atacadlos,
caballeros, por amor del Criador!
«¡Yo
soy Ruy Díaz de Vivar, el Cid
Campeador!»
Todos
atacan al haz donde está Per Bermudoz.
Trescientas
lanzas son, todas llevan pendón;
trescientos
moros matan al primer empujón,
y al
hacer la tornada otros tantos muertos
son.
enristran: bajan
pendones: banderas o estandartes arzón: parte de la silla hacer la tornada: virar para atacar desde la dirección opuesta |
36
Allí
vierais tantas lanzas subir y bajar,
tanta
adarga horadar y pasar,
tanta
loriga romper y rajar,
tantos
pendones blancos rojos de sangre
quedar,
tantos
buenos caballos sin sus dueños andar.
Oyerais
a unos, «¡Mahoma!»; a otros,
«¡Santiago!» gritar.
Yacían
por el campo en poco lugar
mil y
trescientos moros muertos, ya.
adarga: escudo de cuero
horadar: agujerear, atravesar de parte a parte loriga: arma para defender el cuerpo, cota de mallas rajar: romper Santiago: santo patrón a quien los cristianos dedicaban sus batallas |
[Los
hombres del Cid vencen a los moros y los persiguen hasta Calatayud. Los hombres
del Cid ganan mucho tesoro de la conquista y envían parte de su riqueza al rey
Alfonso. El rey acepta el regalo y proclama que los que quieran podrán juntarse
con el Cid. Pero todavía mantiene en efecto el destierro del Cid. El Cid
continúa sus hazañas en Zaragoza y termina por dominar el reino de Zaragoza.
Hacia el final del cantar, el Cid decide ir a tierras bajo la protección de
Barcelona, pero el Conde de Barcelona se siente insultado y ataca al Cid. El
Cid vence al Conde y gana la espada, "Colada."]
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