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miércoles, 24 de abril de 2013

Los Romanceros




Los Romanceros
Introducción
Los romances son poemas épicos o épico-líricos, casi siempre breves, compuestos originariamente para ser cantados o recitados al son de un instrumento. José Luís Alborg ha escrito que el Romancero constituye la poesía nacional por excelencia: "un inmenso poema disperso y popular", que representa una de las pocas cumbres excelsas en la literatura universal, capaz de llegar al alma de todo un pueblo sin distinción de clases y sin necesidad de preparación intelectual.
Están formados por un número indefinido de versos octosílabos con rima asonante en los pares - manteniendo casi siempre la misma rima durante toda la composición -, mientras quedan libres los impares. Éste es el resultado de escribir como versos diferentes los dos hemistiquios de los versos heroicos, los de los cantares de gesta, que tendían a las dieciséis sílabas y eran monorrimos.
Los romances más antiguos son de finales del siglo XIV y principalmente del siglo XV. Se llaman romances viejos y pertenecen a la literatura popular y tradicional con todas sus características de transmisión oral, anonimia, variantes, etc.
Conservamos gran número de romances viejos porque en los siglos XV y XVI, como sucedió con la lírica popular, se recopilaron en Cancioneros o Romanceros, como el Cancionero de Romances , publicado hacia 1547 o el Romancero General de 1600. También se han conservado - con la creación a su vez de nuevos romances - en la tradición oral moderna, con numerosas variantes, en la Península, Hispanoamérica y la comunidades judeo-sefardíes.
A partir del siglo XVI hasta finales del XVII, muchos poetas cultos - Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo,. - componen también romances, a los que se les da el nombre de romances nuevos o artísticos que amplían y renuevan el contenido temático y los recursos formales. Durante el Romanticismo y en el siglo XX se conocerá una nueva floración de este tipo de romances cultos - Duque de Rivas, Zorrilla, Antonio Machado, Unamuno, Gerardo Diego, García Lorca, Alberti.
Origen
Según la teoría más admitida, los romances más viejos proceden de ciertos fragmentos de los antiguos cantares de gesta, especialmente atractivos para el pueblo, que los retenía en la memoria y después de cierto tiempo, desgajados del cantar, cobraban vida independiente y eran cantados como composiciones autónomas con ciertas transformaciones. En palabras de Menéndez Pidal: "Los oyentes se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el cantor les cantaba; lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos, a su vez, lo popularizaban, formando con esos pocos versos un canto aparte, independiente: un romance". Son los llamados romances épico tradicionales .
Más tarde, los juglares, dándose cuenta del éxito de los romances tradicionales, compusieron otros muchos, no desgajados de un cantar, sino inventados por ellos, generalmente más extensos y con una temática más amplia. Los autores desaparecen en el anonimato, y la colectividad, plenamente identificada con ellos, los canta, modifica y transmite. Estos últimos se conocen con el nombre de romances juglarescos.
Temas
Los temas del Romancero viejo son muy variados. Sin ser exhaustiva se propone la siguiente clasificación temática:
i) Romances histórico-legendarios nacionales
§  De historia épica: Don Rodrigo, Bernardo del Carpio, los Infantes de Lara, Fernán Gonzáles, el Cid.
§  De historia contemporánea: Pedro el Cruel.
§  Noticieros que se dividen en fronterizos, sobre los episodios militares de la guerra de Granada, y moriscos, donde los hechos relatados están vistos desde el lado musulmán.
ii) Romances histórico-legendarios extranjeros:
§  El ciclo carolingio: Carlomagno, Roldán, Roncesvalles.
§  El ciclo bretón, sobre la llamada "materia de Bretaña" - leyendas caballerescas bretonas dadas a conocer por los "romans courtois" -: Lanzarote y Tristán
iii) Romances de historias bíblicas y grecorromanas
§  (tomados de las obras del mester de clerecía): Saúl, David, Paris, Elena, Nerón.
iv) Romances novelescos:
§  de amor,
§  misterio,
§  venganza,
§  aventuras.
Por su importancia, aunque ya no dentro de la clasificación temática, hay que mencionar los llamados romanes líricos, de escasa acción y con predominio del sentimiento, principalmente el amoroso.
Estilo
Desde el punto de vista estilístico, el Romancero manifiesta una gran sencillez y sobriedad de recursos: descripciones parcas y realistas, casi total ausencia de elementos fantásticos o maravillosos, escasez de adjetivos y metáforas. A pesar de ello se consigue una extraordinaria viveza narrativa y los más variados efectos poéticos.
Destaca en el romancero la inmediata composición de la escena y la presentación de los personajes, la aproximación a la realidad con una gran fuerza plástica y el arte de saber llevar, sin dilaciones, la atención del oyente hacia el núcleo temático. Se combinan admirablemente la narración y el diálogo; mediante éste se consigue el característico movimiento dramático de muchos romanes.
La alternancia en la utilización de las formas verbales - presente/pretérito - es otro aspecto que anima la narración con el cambio de perspectivas temporales, desde un pasado lejano a un pasado cercano e incluso a un presente o viceversa.
Las fórmulas expresivas más utilizadas son las repeticiones de palabras o frase y el uso del paralelismo para conseguir una mayor intensidad emocional y rítmica. También se usan con mucha frecuencia las formas deícticas, apostróficas y exclamativas para conseguir mayor emotividad y recabar la atención del oyente.
Otra característica muy importante es el fragmentarismo: El romance se centra en un momento determinado de la acción. Los antecedentes no aparecen porque son conocidos o no interesan, y se entra, como ya hemos dicho, directamente en el asunto. Además, con mucha frecuencia, la narración se rompe bruscamente sin que se conozca el desenlace final. El resultado es de una increíble eficacia poética, al atrapar al oyente en el misterio y la emoción, y hacerle participar con su propia imaginación, lanzada a una actividad creadora personal.



Ejemplo de Romance



Romance histórico: "La venganza de Mudarra"
Los siete infantes de Lara, hijos de Gonzalo Gustios, asisten a la boda de su tío
Rodrigo de Lara con doña Lambra, en Burgos. Durante la fiesta, la novia se cree
ofendida por los infantes y Rodrigo promete vengarla. Enviado Gonzalo Gustios a
Córdoba con una falsa embajada, es retenido por Almanzor, que no se atreve a matarlo.
Para completar la traición, Rodrigo prepara una trampa a sus sobrinos, que son
decapitados por los moros. Almanzor presenta las cabezas de sus hijos a su prisionero.
Para consolarlo de sus penas, el caudillo moro le ofrece a su hermana con la que tiene
un hijo, Mudarra, que vengará la muerte de sus hermanos, los siete infantes de Lara.
Este romance es el último de la serie, y resume el final de una trágica historia de
venganzas familiares.
A caza va don Rodrigo,
ese que dicen de Lara;
perdido había el azor,
no hallaba ninguna caza;
con la gran siesta que hace
arrimado se ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos hubiese
que le sacaría el alma.

El señor estando en esto,
Mudarrillo que asomaba:
-Dios te salve, buen señor,
debajo la verde haya.
-Así haga a ti, caballero;
buena sea tu llegada.
-Dígasme, señor, tu nombre,
decirte he yo la mi gracia.
-A mí me llaman don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
cuñado de don Gonzalo,
hermano de doña Sancha;
por sobrinos me los hube
los siete infantes de Lara.
Maldigo aquí a Mudarrillo,
Hijo de la renegada,
si delante lo tuviese,
yo le sacaría el alma.
-Si a ti dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada,
de Gonzalo Gustios hijo
y alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Lara;
tú los vendiste, traidor,
en el val del Arabiana.

Mas si Dios ahora me ayuda,
aquí dejarás el alma.
-Espéresme, don Mudarra,
iré a tomar las mis armas.
-El espera que tú diste
a los infantes de Lara;
aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.
Romance fronterizo: "Abenámar"
En el año 1431, el rey Juan II de Castilla llega ante Granada acompañado del infante
moro Abenámar, a quien había ofrecido el trono de este reino. La cuidad se rinde y el
infante es reconocido rey en ella.
El romance tiene evidente inspiración morisca. Los poetas árabes llaman con frecuencia
"esposo" de una región al señor de ella, y de aquí el romance tomó su imagen de la
cuidad vista como una novia a cuya mano aspira el sitiador.
-¡Abenámar, Abenábar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
-No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor,
y la otra, la mezquita;
los otros, los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba,
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía;
desque los tuvo labrados,
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey del Andalucía.
El otro es Torres Bermejas,
castillo de gran valía;
el otro, Generalife
huerta que par no tenía.
Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
Hablara allí el rey don Juan,
estas palabras decía:
-Échenme acá mis lombardas
doña Sancha y doña Elvira;
tiraremos a lo alto,
lo bajo ello se daría.
El combate era tan fuerte
que grande temor ponía.
Romance legendario: "El infante Arnaldos"
En este romance de aventuras, el infante Arnaldos se embarca en una nave desconocida y
encuentra en ella a sus familiares y criados, que andaban buscándole.
El final truncado, al que llega después de varias tentativas, convierte un romance de escaso
interés en una obra maestra, pues da a la canción del marinero un gran misterio. El acierto
en el corte brusco aparece así como una verdadera creación poética.
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de palta,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.
Romance lírico: "El prisionero"
Una simple canción carcelera convertida en una expresión emocionada del aislamiento y la
incomunicación.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que no sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me canta al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

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